O TEMPO EN CANGAS

lunes, 11 de noviembre de 2013

Reflexión Virgen de la Medalla Milagrosa


REFLEXION VIRGEN DE LA MEDALLA MILAGROSA

Meditación: Por su infinito amor, Dios le da al hombre a María como Madre. Ella conoce perfectamente a sus hijos y sabe qué es lo que les hace falta. Hoy se habla mucho sobre la lucha entre el bien y el mal en el mundo. De lo que podemos estar seguros, es que Dios desea la felicidad para todos nosotros, pero respetando nuestra libertad. Este don suyo nos permite decidir por nosotros mismos cómo queremos aprovechar nuestra vida. La Virgen María conoció muy bien los problemas del la vida cotidiana y terrena. Ella también se enfrentó al sufrimiento, a las difíciles opciones (decisiones), a las carencias. Sabe bien qué significa llorar y alegrarse, y es la que mejor entiende a cada persona. Por sus cuidados maternos con la primera comunidad cristiana y con todos los hermanos de Jesús, ha merecido el título de Madre de la Iglesia. Después de su Asunción, Ella realiza todavía con más intensidad su tarea como mediadora de gracias, ante Jesús, en favor nuestro. Es por eso que vino a visitar a una joven Hija de la Caridad – Sor Catalina Labouré - y le dejó su Mensaje. ¿Es actual este mensaje hoy también? ¿Nos puede ayudar María con su signo de la Medalla Milagrosa a vivir con dignidad y de una manera hermosa nuestra juventud y a madurar, a la luz del Evangelio?

Silencio... Conversación en grupos de tres... compartir la reflexión.

Meditación:
El siglo XIX ha sido tiempo de grandes cambios sociales, políticos y económicos. El racionalismo negaba la necesidad de símbolos y signos, rechazaba el valor de la religión, apostaba por el desarrollo intelectual. Ha sido también una época de desarrollo de la técnica y de la ciencia. Para Francia ha sido un tiempo especial – acababa de terminar la revolución; tras años de terror, el país se estaba reconstruyendo, no sólo en su aspecto material, sino también en el espiritual, aunque las ideas anticlericales de los filósofos de la Ilustración condujeron a una descomposición de las instituciones eclesiales.
En este tiempo tan difícil para los cristianos María visita a una sencilla Hermana y le hace un pedido extraordinario: Quiero que comience una Asociación de Jóvenes de María, y poco después Santa Catalina recibe una nueva misión: Haz acuñar una Medalla según este modelo; todos los que la lleven recibirán grandes gracias; las gracias serán abundantes para quienes la lleven con confianza...En un corto tiempo este signo ayudó a muchos enfermos a recobrar la salud, a los dudosos a retornar a la fe y a todos los que la llevan les permite gozar de favores extraordinarios. Por eso la Medalla casi desde los primeros días en que fue acuñada fue llamada por el pueblo ”milagrosa”. La Virgen le dijo a Santa Catalina: Me gusta otorgar gracias”. La joven Hermana cumplió la misión que le había otorgado María, como aquellos sirvientes que oyeron las palabras de la Virgen en Caná: ”Haced todo lo que él os diga”. Queramos escuchar nosotros también esta llamada.

Silencio... Conversación en grupos de tres... compartir la reflexión.

Meditación:
La Medalla Milagrosa nos recuerda la presencia de María en la historia de la salvación. Sus manos extendidas hacia la tierra en la que se apoya, están abiertas, llenas de bondad y de amor. De ellas salen ríos de gracias, tantas que bastará para todo el que quiera recibirlas. En este gesto María expresa su disponibilidad, su presencia continua, el desvelo por nuestra vida. El mundo en que apoya sus pies es una tierra nueva, transformada por el amor de Dios, donde ya no hay lugar para el mal en ninguna forma. El mundo nuevo que han de construir sus hijos, ha de estar lleno de justicia y de paz. Allí ya no hay sitio para la pobreza u opresión. María, mediadora de gracias ante su Hijo, a través de los rayos que caen de sus manos, ilumina y transforma todo lo que es destruido por la soberbia y el egoísmo. El mundo redimido por Jesucristo necesita personas que continúen su misión. En esta tarea enormemente difícil la Madre de Dios acompaña a todo el que acepta su presencia. Quiere estar cerca del hombre, quiere que el mundo se haga un lugar de solidaridad, fraternidad y de deseos de ayudar a todo necesitado.
Y tú, pregúntate: ¿Qué hago para que el mundo a mi alrededor sea mejor? ¿Creo que puedo contribuir un poco más a la felicidad de otras personas? ¿Ppercibo sus necesidades? ¿Cómo puedo socorrerles?...

Silencio... Conversación en grupos de tres... compartir la reflexión.

Meditación:
Al igual que hace tiempo en Caná, hoy también la Virgen asiste a las necesidades humanas. En un mundo donde predomina el mercado libre, se olvidan a veces las necesidades de las personas. A los jóvenes se los convence que lo más importante es la autorrealización y que la educación debe de evitar todo estrés. La dimensión moral y espiritual es rechazada, puesta al margen, como algo de poco valor. Una educación sin fracasos, con una neutralidad en la visión del mundo, conduce al debilitamiento del sentido de la vida. Palabras tan rechazadas hoy como amor, verdad y responsabilidad son sustituidas por libertad, autoafirmación, tolerancia... Hoy, como nunca en la historia, el mundo necesita que la Iglesia eduque, al igual que los padres, con firmeza y amor, sin ocultar las exigencias de una vida que se entrega. Así vivieron Jesús y María. Esto es lo que necesitan los jóvenes en todo el mundo. La Medalla Milagrosa como resumen del Evangelio es un signo de este amor exigente que a través del sufrimiento, de la Cruz, conduce a la felicidad verdadera. ¿No es este el mensaje más actual para hoy? La Madre del Señor y Madre nuestra nos hace recordar: estoy con vosotros, quiero
estar presente en la vida de cada uno de vosotros. La Medalla Milagrosa no ha de ser sólo un símbolo identificativo de todo JMV y de la familia vicenciana a la que todos pertenecemos. Tiene que ser una confirmación del compromiso en la misión, que confiada hace años a Santa Catalina Labouré, es hoy de una apremiante actualidad. El recibir y llevar la Medalla con confianza significa también hacer un esfuerzo por responder a la invitación de María. Nosotros que somos sus hijos, nos comprometemos a construir la civilización del amor. Aprovechando la abundancia de las gracias otorgadas por manos de nuestra Madre, debemos llevar la esperanza a los que la han perdido. Debemos ser la prolongación de sus manos, debemos enseñar con nuestra vida
que el mundo no se apoya únicamente sobre el progreso económico sino sobre la dignidad del ser humano y que esa dignidad es construida por el respeto mutuo, la justicia y la paz. La santidad es el objetivo de todo hijo de Dios. María nos enseña cómo apuntar a ella. Dejémonos guiar por ella. ¿Conozco bien los objetivos de la Asociación (si soy miembro de JMV) o el ideario de nuestros centros? ¿Cómo realizo sus ideales en mi vida diaria?

Silencio... Conversación en grupos de tres... compartir la reflexión.

Oración a la Virgen Milagrosa, junto con Juan Pablo II:
"Oh María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Vos. Ésta es la oración que tú inspiraste, oh María, a santa Catalina Labouré, y esta invocación, grabada en la medalla la llevan y pronuncian ahora muchos fieles por el mundo entero. ¡Bendita tú entre todas las mujeres! ¡Bienaventurada tú que has creído! ¡El Poderoso ha hecho maravillas en ti! ¡La maravilla de tu maternidad divina! Y con vistas a ésta, ¡la maravilla de tu Inmaculada Concepción! ¡La maravilla de tu fiat! ¡Has sido asociada tan íntimamente a toda la obra de nuestra redención, has sido asociada a la cruz de nuestro Salvador!
Tu corazón fue traspasado junto con su Corazón. Y ahora, en la gloria de tu Hijo, no cesas de interceder por nosotros, pobres pecadores. Velas sobre la Iglesia de la que eres Madre. Velas sobre cada uno de tus hijos. Obtienes de Dios para nosotros todas esas gracias que simbolizan los rayos de luz que irradian de tus manos abiertas. Con la única condición de que nos atrevemos a pedírtelas, de que nos acerquemos a ti con la confianza, osadía y sencillez de un niño. Y precisamente así nos encaminas sin cesar a tu Divino Hijo.
Te consagramos nuestras fuerzas y disponibilidad para estar al servicio del designio de salvación actuado por tu Hijo. Te pedimos que por medio del Espíritu Santo la fe se arraigue y consolide en todo el pueblo cristiano”.
Que el signo de tu Medalla nos sea ayuda y apremio en nuestro apostolado. Amén.








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