REFLEXION
VIRGEN
DE LA MEDALLA MILAGROSA
Meditación:
Por
su infinito amor, Dios le da al hombre a María como Madre. Ella
conoce perfectamente a sus hijos y sabe qué es lo que les hace
falta. Hoy se habla mucho sobre la lucha entre el bien y el mal en el
mundo. De lo que podemos estar seguros, es que Dios desea la
felicidad para todos nosotros, pero respetando nuestra libertad. Este
don suyo nos permite decidir por nosotros mismos cómo queremos
aprovechar nuestra vida. La Virgen María conoció muy bien los
problemas del la vida cotidiana y terrena. Ella también se enfrentó
al sufrimiento, a las difíciles opciones (decisiones), a las
carencias. Sabe bien qué significa llorar y alegrarse, y es la que
mejor entiende a cada persona. Por sus cuidados maternos con la
primera comunidad cristiana y con todos los hermanos de Jesús, ha
merecido el título de Madre
de la Iglesia.
Después de su Asunción, Ella realiza todavía con más intensidad
su tarea como mediadora de gracias, ante Jesús, en favor nuestro. Es
por eso que vino a visitar a una joven Hija de la Caridad – Sor
Catalina Labouré - y le dejó su Mensaje. ¿Es
actual este mensaje hoy también? ¿Nos puede ayudar María con su
signo de la
Medalla
Milagrosa a vivir con dignidad y de una manera hermosa nuestra
juventud y a
madurar,
a la luz del Evangelio?
Silencio...
Conversación en grupos de tres... compartir la reflexión.
Meditación:
El
siglo XIX ha sido tiempo de grandes cambios sociales, políticos y
económicos. El
racionalismo negaba la necesidad de símbolos y signos, rechazaba el
valor de la religión, apostaba por el desarrollo intelectual. Ha
sido también una época de desarrollo de la técnica y de la
ciencia. Para Francia ha sido un tiempo especial – acababa de
terminar la revolución; tras años de terror, el país se estaba
reconstruyendo, no sólo en su aspecto material, sino también en el
espiritual, aunque las ideas anticlericales de los filósofos de la
Ilustración condujeron a una descomposición de las instituciones
eclesiales.
En
este tiempo tan difícil para los cristianos María visita a una
sencilla Hermana y le hace un pedido extraordinario: “Quiero
que comience una Asociación de Jóvenes de María”,
y poco después Santa Catalina recibe una nueva misión: “Haz
acuñar una Medalla según este modelo; todos los que la lleven
recibirán grandes gracias; las gracias serán abundantes para
quienes la lleven con confianza...”
En
un corto tiempo este signo ayudó a muchos enfermos a recobrar la
salud, a los dudosos a retornar a la fe y a todos los que la llevan
les permite gozar de favores extraordinarios. Por eso la Medalla casi
desde los primeros días en que fue acuñada fue llamada por el
pueblo ”milagrosa”. La Virgen le dijo a Santa Catalina: “Me
gusta otorgar gracias”.
La
joven Hermana cumplió la misión que le había otorgado María, como
aquellos sirvientes que oyeron las palabras de la Virgen en Caná:
”Haced
todo lo que él os diga”.
Queramos escuchar nosotros también esta llamada.
Silencio...
Conversación en grupos de tres... compartir la reflexión.
Meditación:
La
Medalla Milagrosa nos recuerda la presencia de María en la historia
de la salvación. Sus
manos extendidas hacia la tierra en la que se apoya, están abiertas,
llenas de bondad y de amor. De ellas salen ríos de gracias, tantas
que bastará para todo el que quiera recibirlas. En este gesto María
expresa su disponibilidad, su presencia continua, el desvelo por
nuestra vida. El mundo en que apoya sus pies es una tierra nueva,
transformada por el amor de Dios, donde ya no hay lugar para el mal
en ninguna forma. El mundo nuevo que han de construir sus hijos, ha
de estar lleno de justicia y de paz. Allí ya no hay sitio para la
pobreza u opresión. María, mediadora de gracias ante su Hijo, a
través de los rayos que caen de sus manos, ilumina y transforma todo
lo que es destruido por la soberbia y el egoísmo. El mundo redimido
por Jesucristo necesita personas que continúen su misión. En esta
tarea enormemente difícil la Madre de Dios acompaña a todo el que
acepta su presencia. Quiere estar cerca del hombre, quiere que el
mundo se haga un lugar de solidaridad, fraternidad y de deseos de
ayudar a todo necesitado.
Y
tú, pregúntate: ¿Qué hago para que el mundo a mi alrededor sea
mejor? ¿Creo que puedo
contribuir un poco más a la felicidad de otras personas? ¿Ppercibo
sus necesidades? ¿Cómo puedo socorrerles?...
Silencio...
Conversación en grupos de tres... compartir la reflexión.
Meditación:
Al
igual que hace tiempo en Caná, hoy también la Virgen asiste a las
necesidades humanas.
En un mundo donde predomina el mercado libre, se olvidan a veces las
necesidades de las personas. A los jóvenes se los convence que lo
más importante es la autorrealización y que la educación debe de
evitar todo estrés. La dimensión moral y espiritual es rechazada,
puesta al margen, como algo de poco valor. Una educación sin
fracasos, con una neutralidad en la visión del mundo, conduce al
debilitamiento del sentido de la vida. Palabras tan rechazadas hoy
como amor, verdad y responsabilidad son sustituidas por libertad,
autoafirmación, tolerancia... Hoy, como nunca en la historia, el
mundo necesita que la Iglesia eduque, al igual que los padres, con
firmeza y amor, sin ocultar las exigencias de una vida que se
entrega. Así vivieron Jesús y María. Esto es lo que necesitan los
jóvenes en todo el mundo. La Medalla Milagrosa como resumen
del Evangelio es
un signo de este amor exigente que a través del sufrimiento, de la
Cruz, conduce a la felicidad verdadera. ¿No es este el mensaje más
actual para hoy? La Madre del Señor y Madre nuestra nos hace
recordar: estoy
con vosotros, quiero
estar
presente en la vida de cada uno de vosotros. La
Medalla Milagrosa no ha de ser sólo un símbolo identificativo de
todo JMV y de la familia vicenciana a la que todos pertenecemos.
Tiene que ser una confirmación del compromiso en la misión, que
confiada hace años a Santa Catalina Labouré, es hoy de una
apremiante actualidad. El recibir y llevar la Medalla con confianza
significa también hacer un esfuerzo por responder a la invitación
de María. Nosotros que somos sus hijos, nos comprometemos a
construir la civilización del amor. Aprovechando la abundancia de
las gracias otorgadas por manos de nuestra Madre, debemos llevar la
esperanza a los que la han perdido. Debemos ser la prolongación de
sus manos, debemos enseñar con nuestra vida
que
el mundo no se apoya únicamente sobre el progreso económico sino
sobre la dignidad del ser humano y que esa dignidad es construida por
el respeto mutuo, la justicia y la paz. La santidad es el objetivo de
todo hijo de Dios. María nos enseña cómo apuntar a ella. Dejémonos
guiar por ella. ¿Conozco bien los objetivos de la Asociación (si
soy miembro de JMV) o el ideario de nuestros centros? ¿Cómo realizo
sus ideales en mi vida diaria?
Silencio...
Conversación en grupos de tres... compartir la reflexión.
Oración
a la Virgen Milagrosa, junto con Juan Pablo II:
"Oh
María sin pecado concebida, ruega por nosotros que recurrimos a Vos.
Ésta es la oración que tú inspiraste, oh María, a santa Catalina
Labouré, y esta invocación, grabada en la medalla la llevan y
pronuncian ahora muchos fieles por el mundo entero. ¡Bendita tú
entre todas las mujeres! ¡Bienaventurada tú que has creído! ¡El
Poderoso ha hecho maravillas en ti! ¡La maravilla de tu maternidad
divina! Y con vistas a ésta, ¡la maravilla de tu Inmaculada
Concepción! ¡La maravilla de tu fiat! ¡Has sido asociada tan
íntimamente a toda la obra de nuestra redención, has sido asociada
a la cruz de nuestro Salvador!
Tu
corazón fue traspasado junto con su Corazón. Y ahora, en la gloria
de tu Hijo, no cesas de interceder por nosotros, pobres pecadores.
Velas sobre la Iglesia de la que eres Madre. Velas sobre cada uno de
tus hijos. Obtienes de Dios para nosotros todas esas gracias que
simbolizan los rayos de luz que irradian de tus manos abiertas. Con
la única condición de que nos atrevemos a pedírtelas, de que nos
acerquemos a ti con la confianza, osadía y sencillez de un niño. Y
precisamente así nos encaminas sin cesar a tu Divino Hijo.
Te
consagramos nuestras fuerzas y disponibilidad para estar al servicio
del designio de salvación actuado por tu Hijo. Te pedimos que por
medio del Espíritu Santo la fe se arraigue y consolide en todo el
pueblo cristiano”.
Que
el signo de tu Medalla nos sea ayuda y apremio en nuestro apostolado.
Amén.
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